El Universo: preciosísimo verso…inútil

Pienso, entonces camino.

El Universo puede estar escrito en lenguaje matemático como sugería Galileo, pero no habla en lenguaje matemático. El Partenón de Atenas está diseñado en base a la proporción áurea – el rectángulo dorado -, pero su lenguaje no es la fórmula trascendental, sino una potente unidad estética que te dice: “¡Detente y contempla!”. Las realidades hermosas se ven como se ven porque son como son. Y entre esas cosas bellas y superfluas destaca el Universo, esa preciosísima nada en palabras del cosmólogo Giordano Bruno. Lo sorprendente del Universo es que lo podamos comprender. Si solo tiene un destino físico, un solo destino posible en base a sus formulaciones cosmológicas, eso no impide que sea capaz en su evolución de crear el instrumento de su propia comprensión: la inteligencia humana. Parece, y así lo han formulado con audacia algunos cosmólogos, que el Universo prepara la aparición de un observador curioso: el ser humano. Sin entrar en los ácidos debates al respecto, podemos tomar otros senderos metafísicos para formular cuestiones semejantes. 

¿Qué había antes del primer átomo de realidad? No tiene sentido la pregunta dado que no había un “antes”. Las ciencias físicas deben por método presuponer sus objetos de estudio. Como la nada no tiene masa ni carga eléctrica, no puede ser objeto de estudio de las ciencias empíricas. Conocer científicamente es la capacidad de realizar alguna medida y establecer el grado de imprecisión de esa medida: lo que no se puede medir no existe para la ciencia. Donde no había nada no puede deducirse qué habrá después. El Universo en este orden de abstracción no es deducible; si no es deducible, no es necesario; si no es necesario no tiene sentido encontrar su sentido; por lo tanto, es admirable o, en términos estrictos, es “un milagro”. Lo que es necesario, en otro orden de ideas, tampoco puede ser amado libremente.

Para la inteligencia humana todo conocimiento es un bien y por ello es hermoso conocer. Mientras un ser es más positivo (más perfecto), es más inteligible y bueno a la vez. La inteligencia humana tiende por naturaleza a la inteligibilidad total, es decir a un Primer Inteligible, fuente de toda inteligibilidad. De los fenómenos a sus causas y de las causas a sus principios; de los principios condicionados – por el espacio y el tiempo – al Principio Incondicionado que no forma parte de ningún sistema. A eso le llamamos Dios. Pero no un dios con un poder extravagante como decía Voltaire, sino un Dios trascendental: si lo piensas, no es. 

El Universo no nos ofrece pistas para encontrar en él algún sentido de su existencia. Esa es obra de la inteligencia humana. Pero el camino no es la deducción necesaria, sino la contemplación gratuita.

¿Por qué existe el Universo y no más bien la nada? El milagro del ser y su cuádruple diferencia nos ofrecen un camino. Lo analizaremos en el siguiente artículo.

Dr. Juan José Saldaña Valadez.

Secretario General Académico.

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